Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

jueves, 23 de julio de 2015

Pacto de Honor, Responsabilidad Social

¿No debiéramos pensar en que la Ley, consiste en un pacto de honor entre un Gobierno y los ciudadanos?
No nos engañemos, la accesibilidad tecnológica, no es sólo responsabilidad de la industria, la empresa o el comercio. Es responsabilidad de todos, de todos los actores, pero donde debe jugar un papel principal el Gobierno y las Administraciones. Utilizando las tecnologías más adecuadas, accesibles y usables, en todos los procesos y servicios públicos. Y esto significa adquisición de tecnología accesible y usable; puesta a disposición de los funcionarios con discapacidad o capacidades diversas de la tecnología adecuada; puesta a disposición en las oficinas de información pública, en las web públicas, en los servicios públicos, de la tecnología con características apropiadas a todos los ciudadanos (contribuyentes). Esto significa inversión pública, e indefectiblemente incrementaría el interés del sector privado en la accesibilidad y usabilidad tecnológica. La Constitución, las leyes, los Reales Decretos o los Reglamentos no dejan de ser un pacto de honor entre los responsables políticos, los guardianes de los derechos de los ciudadanos que les otorgan esa responsabilidad, y la sociedad. Y debiera ser un pacto de honor reforzado, o debiéramos creer, en caso contrario, que un apretón de manos entre nuestros abuelos, tenía más validez que todo un cuerpo legislativo. Y más honradez. Cada vez más, la empresa y el comercio se dan cuenta de que las personas con diversidad funcional son consumidores de productos y servicios tecnológicos; ahora hace falta que el otro gran consumidor de tecnologías, productos y servicios haga su desembolso comprometido.
Reproduzco una carta que leí hace unos días, en el XL Semanal de ABC nº 1441,, de junio de 2015, en la sección La carta de la semana”. El título de la carta se llama “La mano y mi palabra”. Carta que decía:
Mi abuelo era arriero, iba con las bestias de pueblo en pueblo y hacía y recogía encargos para los vecinos. Hace veintitantos años que se fue y siempre me acuerdo de él, más en estos días de programas, pactos y promesas. Él era una lección de vida. Tendría yo cuatro o cinco años cuando me dio la primera. Lo veía venir con sus mulas y salía corriendo a recibirlo, me subía a una de ellas y lo acompañaba a entregar los encargos. El vecino lo cogía, le daba un apretón de manos y quedaban en verse más adelante. Cuando era él el que necesitaba algo, pasaba lo mismo, se lo traían y se daban la mano. Curiosa, le pregunté si no pagaba lo que le habían traído; no hace falta, me contestó, le he dado mi mano y mi palabra. Su palabra. Su palabra era lo más preciado que tenía, eso decía, porque en ella estaba su honor, su honra, su vergüenza, y los hombres de bien cuando dan su palabra saben que tienen que cumplirla. Hacen falta hombres (y mujeres) como él, muchos. Mi abuelo Frasco era un hombre de palabra, y yo sigo admirándolo y echándolo de menos.”
Recordemos algunas “obligaciones”. En el año 2007, se aprobó la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, por la que se modifica la ley orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades. En su Disposición Adicional Vigésimo Cuarta, se dice “Los edificios, instalaciones y dependencias de las Universidades, incluidos también los espacios virtuales, así como los servicios, procedimientos y el suministro de información, deberán ser accesibles para todas las personas, de forma que no se impida a ningún miembro de la comunidad universitaria, por razón de discapacidad, el ejercicio de su derecho a ingresar, desplazarse, permanecer, comunicarse, obtener información u otros de análoga significación en condiciones reales y efectivas de igualdad”. Todo esto requiere tecnología, mucha tecnología, productos y servicios electrónicos accesibles. Sistemas de guiado inteligente en los campus. Portales web accesibles. Dotación de ordenadores, software y tablets accesibles… mucho dinero. Si la inversión se realizara y el compromiso se cumpliera, ¿no activaría la pasión por la accesibilidad al mercado?.
Estribillo (como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto, “encuentro con”, visita a”, “comisión de”, o “anuncio de …”, por ejemplo de esta Ley.
Veamos otra. En el año 2011, se aprobó Ley 18/2011, de 5 de julio, reguladora del uso de las tecnologías de la información y la comunicación en la Administración de Justicia, que en su Disposición adicional cuarta, Accesibilidad a los servicios electrónicos, dice: “Las Administraciones con competencias en materia de justicia garantizarán que todos los ciudadanos, con especial atención a las personas mayores o con algún tipo de discapacidad, que se relacionan con la Administración de Justicia puedan acceder a los servicios electrónicos en igualdad de condiciones con independencia de sus circunstancias personales, medios o conocimientos”. Dice GARANTIZARÁN. Estupendo. Eso significa inversión, inversión tecnológica accesible y usable. ¡Es para toda la Administración de Justicia!. ¡Eso es mucho dinero!. ¡En bienes, productos, y servicios tecnológicos accesibles y usables!. ¿Incentiva o no incentiva al mercado de proveedores TIC’s, para poder entrar en la inversión?. Pero, ¿se está haciendo…?.
Estribillo (como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto, “encuentro con”, visita a”, “comisión de”, o “anuncio de …”, por ejemplo de esta Ley.
Volviendo al 2007, en aquel año se aprobó también el Real Decreto 1494/2007, de 12 de noviembre, por el que se aprueba el Reglamento sobre las condiciones básicas para el acceso de las personas con discapacidad a las tecnologías, productos y servicios relacionados con la sociedad de la información y medios de comunicación social, que en su artículo 8 dice: “Los equipos informáticos y los programas de ordenador –independientemente de que sea libre o esté sometido a derechos de patente o al pago de derechos– utilizados por las administraciones públicas, cuyo destino sea el uso por el público en general, deberán ser accesibles a las personas mayores y personas con discapacidad, de acuerdo con el principio rector de «Diseño para todos» y los requisitos concretos de accesibilidad exigidos, preferentemente en las normas técnicas nacionales que incorporen normas europeas, normas internacionales, otros sistemas de referencias técnicas elaborados por los organismos europeos de normalización o, en su defecto, normas nacionales”. Esto se aplica también a las campañas institucionales. ¡Qué maravilla! ¡Esto afecta a Educación, Sanidad, Transportes, Empleo Público y oficinas de Información, Cultura,... ¡cuánta inversión en tecnología accesible y usable! ¡Qué atractivo para las empresas si quieren participar en estas contrataciones públicas de inversión en tecnología!. Bueno, todo llegará.
Estribillo (como en las canciones?: ¿No sería mejor un apretón de manos?. Y eso se hace continuamente cada vez que coincide un persona con discapacidad y un responsable del Gobierno, en algún acto, “encuentro con”, visita a”, “comisión de”, o “anuncio de …”, por ejemplo de esta Ley.
Y podríamos seguir con el más de centenar de Leyes y Reales Decretos que en los últimos diez años hablan de discapacidad, tecnologías, no discriminación, accesibilidad universal e igualdad de derechos. Pero me canso.
La empresa privada tendría que “ponerse las pilas” si en cada venta de bienes y productos, o en la contratación de servicios, o en las contratas públicas de cualquier tipo, relacionados con la tecnología o donde la tecnología esté presente (es decir, casi todos hoy día), se exigieran los criterios de accesibilidad y usabilidad necesarios para poder ser usados por todos los ciudadanos, con independencia de sus capacidades. Y eso de que no existe tecnología adecuada o apropiada, cada vez es más difícil. Perfecta no, pero sí cada vez más apropiada, con mayores niveles de accesibilidad y usabilidad.
Casi preferiría que los responsables públicos nos dieran la mano y sellaran el Pacto de Honor, la responsabilidad y el compromiso social, en vez de firmar tantas leyes y tantos Reales Decretos; parece ser que un apretón de manos (de las de antes, de manos sudadas por el esfuerzo), tenía ese “algo mágico”, que no deben tener las Leyes y Reales Decretos, de comprometer a las partes al cumplimiento del acuerdo, y salvaguardar así su honor. Y mucho menos, por supuesto, los programas electorales. Y eso que ahí sí que se aprietan manos, en los mítines.
En el siglo XIX, la gente se suicidaba cuando faltaba a su palabra, por haber ensuciado su honor y el de su familia. Claro que eso hoy día no es posible. Sería imposible cubrir las bajas que se producirían en el Gobierno, el Parlamento, el Senado, las Cortes Autonómicas y las Concejalías a un ritmo tan acelerado (siempre que actuaran así, por supuesto).

viernes, 3 de julio de 2015

¿Conocemos las tecnologías, o sólo estamos informados de ellas?

¿Estamos preparados para absorber el conocimiento (no la información) de la avalancha de tecnologías que están llegando: robótica, visión 3D, impresión 3 D, coches inteligentes, wearables, televisores inteligentes, NFC, beacons, realidad virtual,…?. El leer sobre ellas no es conocerlas; conocerlas es, además, saber usarlas y “exprimirlas”. Algo parecido a lo que antes escuchábamos de, cuando nos hablaban de un buen profesional, “conoce su oficio”; pero es que, hoy día, cada uno de nosotros tenemos un “oficio” común: usuarios de las tecnologías de consumo, comerciales, de uso común, y el conocerlas adecuadamente tiene una influencia mucho mayor de lo que nos damos cuenta en nuestra vida diaria. Y cada vez mayor, si pensamos que toda esta tecnología de “uso común” va a quedar englobada dentro del nuevo macroconcepto tecnológico denominado “Internet de las Cosas”. ¿Seremos capaces de llegar a conocer (no sólo a “saber de” o informarnos de ellas), al menos la mitad de la tecnología que nos va a envolver en nuestro entorno, o seremos meros observadores de nuestro alrededor tecnológico?. ¿Podría darse el caso que todos los aparatos a nuestro alrededor fueran más “activos intelectualmente” que nosotros, por ser capaces de cada vez más tomar decisiones por nosotros?. El “no conocimiento” (que no información) de la tecnología, puede ser bastante peligroso. Estas tecnologías emergentes “socialmente” acumulan cada vez mayor potencial, e impacto sobre la persona y social, por lo que el riesgo de este “no conocimiento” también acrecienta las posibles consecuencias.

La propia industria empieza a ser consciente de ello, y a lanzar algunos avisos. Es el caso de lo que puede ocurrir con el desembarco masivo de la Realidad Virtual en pocos meses. “Es un medio muy poderoso, hemos de tener mucho cuidado para asegurarnos de que la gente tiene la experiencia adecuada con él", ha explicado en una entrevista con Efe durante la feria E3 de Los Ángeles, este 2015, el consejero delegado de Sony Computer Entertainment, Andrew House. Manifestaba el directivo que las tecnologías de visualización y procesamiento han llegado a un punto en el que permiten crear una "sensación de presencia" transformadora capaz de hacer creer a la mente que se encuentra en un ambiente diferente al real. No hace falta ser muy experto para detectar las posibilidades sociales positivas de esta tecnología en campos como la educación, la cultura, la arquitectura o la rehabilitación, por ejemplo; pero tampoco hace falta ser experto para darnos cuenta de que una entrada en tromba de aplicaciones, elementos audiovisuales o juegos sin control, sin un conocimiento adecuado por parte del usuario de esta tecnología, podría llegar a generar reacciones sociales, y alteraciones psicológicas en el usuario, impredecibles. El “conocer” una aplicación o un juego, no significa conocer, sin comillas, la tecnología que la soporta, y su influencia en la persona. Cuando se prueba esta tecnología inmersiva, se puede entender lo comentado anteriormente.

El Internet of Everything (Internet de las cosas) o las conexiones entre personas, procesos, datos y objetos combinan distintas tendencias tecnológicas incluyendo vídeo, movilidad, Cloud, Big Data y comunicaciones máquina-a-máquina (M2M). El IoE formará parte del mundo físico (hogares, carreteras, supermercados, dispositivos biomédicos e incluso animales y personas) mediante sensores que generarán Terabytes (una barbaridad de datos, hablando en lenguaje común y no profesional) de información en la nueva economía de las aplicaciones. La estimación es que en 2022, las conexiones M2M podrían representar el 45% del total, mientras las conexiones persona-a-máquina (P2M) y persona-a-persona (P2P) supondrán el 55% restante. Resulta evidente que, en este conglomerado de tecnologías y conexiones, cada ciudadano va estar inmerso en un nuevo universo vigilado, de mensajes, de nuevas formas de comunicación, de acciones automáticas y semiautomáticas que van a realizar objetos conectados en nuestro entorno, de un nuevo sistema de comercio sin dinero, de “pasos francos” en lugares públicos controlados por procesos biométricos…Nos encontramos con dos problemas, problemas muy serios.

El “no conocimiento” por el ciudadano de las tecnologías que le van a rodear, (insisto, el estar informados de ellas no es conocerlas), le pueden dejar en situaciones aparentemente más cómodas, pero también más vulnerable. Hoy en día, que estamos casi en los albores de lo que viene, todo el mundo sabe y usa las redes sociales, el whatshap, la televisión digital o una tableta… ¿pero la conoce? ¿sabe los riesgos del Facebook o del whatshap? ¿”Conoce” como personalizarlo, controlarlo y usarlo de verdad?. Para evitar sus riesgos, y para ponerlo de verdad a su servicio. El segundo gran riesgo, que acrecienta el primero para un porcentaje significativo de la población, personas mayores y con capacidades diversas, es que nos olvidemos de la accesibilidad, y sobre todo de la usabilidad en la implementación de todos los servicios que va a generar esta nueva era tecnológica. De nada va a servir que tengamos tecnología accesible, y nos olvidemos de la usabilidad en el diseño de procesos y servicios. Esto, lamentablemente, se va a ver muy pronto en las nuevas “ciudades inteligentes” o “smart cities”. Tampoco va a servir que tengamos tecnología accesible, y la información generada en medios digitales, redes, transmitidas a través de mensajería o beacons, o el comercio electrónico, sea inaccesible.

La tecnología por sí sola no sirve para nada, su potencial aparece cuando se la conoce y cuando la conocemos, y esto incluye sus contenidos. Información no es conocimiento. “Conocerla” significa, entre otras cosas, aprovechar sus capacidades para poder ser usada en toda su plenitud por las personas y sus diversas capacidades. Es necesario generar conocimiento acerca de la tecnología de uso común. Cuando compramos un teléfono inteligente o smartphone, es muy habitual que venga acompañado de una miniguía donde pone cómo encenderlo, algo sobre la batería, cómo cargarlo, y tres cosas más. El resto para el manual, que ya suele estar en la nube y hay que descargarlo. La mayoría de los usuarios ni dan ese paso, y se quedan en instalar las cuatro aplicaciones comunes. Total, se quedan sin saber que su teléfono inteligente se puede configurar para usar con gestos muy sencillos, por la voz, cada vez más por mirada o detección facial, capturar una pantalla sólo pasando la mano por encima, o cambiar los tipos de letra… Si el fabricante incluyera en su miniguía estas “opciones mágicas” para casi todos los usuarios, estoy completamente convencido que añadiría un valor social inapreciable a su producto, valor del que ya dispone pero es desconocido, reforzando su imagen y atrayendo clientes. Cuántas personas mayores, con graves limitaciones de movilidad, o intelectual, utilizarían mucho más la tecnología de uso común. ¿A nadie se le ha ocurrido incluir un archivo sonoro con estas “capacidades mágicas” de las tecnologías comerciales?. Más sencillo, imposible. Aprovéchese el fabricante y comercializador de la cada vez más comodidad congénita del ciudadano digital.

Juan Pablo Lázaro, Presidente de CEIM CEOE Madrid, manifestaba en una mesa redonda, en el último Fujitsu World Tou en Madrid: “Decimos que estamos en la era de la sociedad de la información y del conocimiento, pero creo sólo estamos en la etapa de la información, aún no hemos llegado a la del conocimiento”. O quizás, simplemente, y referido a las tecnologías, sus novedades y crecimiento acelerado, el exceso de información sobre ellas nos impide conocerlas. Llenar el cerebro de información superflua puede ser tan malo como no ejercitarlo”. Quien lo dice también sabe algo de esto. Es el neurólogo John Medina (Seattle Pacific University, EE.UU), que advierte que “muchos problemas de memoria (y de conocimiento, añado yo) no están causados por el deterioro de las neuronas, sino por las dificultades del cerebro para bloquear el exceso de datos”.

Lo verdaderamente importante es que los ciudadanos usen (manejen) las tecnologías, no que las tecnologías usen (manejen) al ciudadano. Y para ello el conocimiento (no información de la tecnología), sus usos y riesgos, es esencial. Las Tic’s están eliminando cualidades esenciales del ser humano, como pensar, investigar, descubrir y solucionar. Y, por supuesto, leer, desgraciadamente, salvo los “titulares” de twiter. Ni tan siquiera las instrucciones de los cacharros Tic’s, para evitar estar precisamente a su merced y ser nosotros quienes las usemos de manera consciente. En cierta medida, nos estamos convirtiendo en “mentes dominadas”.

Lo importante de la tecnología no es la tecnología en sí, sino el conocimiento de ella (no la “información de” o “el saber de”), cómo usarla y “saber” para qué sirve. Que la persona “común”, es decir, fuera del ámbito profesional o científico, aprenda a utilizarla de forma que le facilite, simplifique y ayude en su vida diaria. Los fabricantes y comercializadores de las TIC debieran empezar a darse cuenta que generar conocimiento acerca del potencial y uso de sus cacharros, lo que atrae, visto desde el lado egoísta o “capitalista”, es clientes y consumidores. Al igual que los proveedores de servicios, que debieran convertirse casi en verdaderos expertos del uso de las TIC comerciales, cada uno en su sector, para enseñar al usuario-cliente, con independencia de sus capacidades, a usarlas para, en definitiva, que les pidan más servicios. Todo esto involucraría, además, a los sectores profesionales y comerciales, en la presión para perseguir una mejora cada vez mayor en la accesibilidad y usabilidad de la propia tecnología, dándose cuenta, al interactuar como “enseñante” directamente con el cliente, de su necesidad.