Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

miércoles, 6 de mayo de 2015

La vida es lo que te pasa mientras estás ocupado en otros planes



Y eso, me da la impresión, es lo que le ocurre a la sociedad actual, integrada por millones de ciudadanos corrientes, y otros pocos “pensantes”. Este paradigma es especialmente preocupante cuando hablamos de Smart Cities o Ciudades Inteligentes. Pero, para que fuera totalmente adecuada esta frase de John Lennon, sería mejor adaptarla: “la vida es lo que te ocurre a ti, ser corriente, mientras los pensantes están ocupados en otras cosas”. Y no precisamente en solucionar, o aplicar las tecnologías, para arreglar tus problemas de hoy: para moverte si eres ciego, para  comunicarte si eres sordo, para salir de casa, para realizar tus gestiones y ejercer tus derechos públicos y privados, para entender a tu médico o abogados si tienes limitaciones cognitivas, … y para generar negocio a partir de las necesidades de hoy. Y mucho más preocupantes es, y aunque suene tremendamente fuerte, cuando la inmensa mayoría de los que se entretienen en diseñar esos otros planes futuros para nosotros, no tienen ni puñetera idea de la diversidad funcional ni de la realidad social, por muy presidentes, vicepresidentes, directores generales o ejecutivos que sean de sus empresas, e incluso de sus empresas sociales y fundaciones, muchas veces.

Resulta que estamos gastando una ingente cantidad de dinero en reuniones, congresos, informes, viajes y demás añadidos para que nos diseñen la ciudad en que supuestamente viviremos mañana, mientras dejamos de invertir en tecnología y recursos tecnológicos ya presentes, y en evolucionarlos, para solucionar los problemas del día a día del ciudadano. Y en enseñar a usarlos. Sencillamente, para que puedan vivir, y gestionar su vida de manera autónoma. Y conviene recordar, para quién aún lo dude, que invertir en desarrollos tecnológicos accesibles, generar contenidos y conocimientos a disposición de todos, también hace crecer el negocio, la inversión, dinamiza el mercado e incrementa los clientes-consumidores. Y a día de hoy, no en un futuro diferido que quizás ni disfrutemos.

Por cierto, que invertir en este sentido, también llega necesariamente, e indefectiblemente, a crear ciudades inteligentes. La única diferencia es que se crean de una forma más tradicional, poniendo primero los cimientos, luego el ladrillo, y después elegimos las tejas. Si lo hacemos al contrario, a lo mejor nos caemos desde el tejado antes de poner los ladrillos del suelo. Y luego nos comprarán la parcela y los escombros los chinos, dicho con todo el cariño.

Hace unas semanas, leí un artículo (que difundí a través de twiter y linkedin)  que me llamó muy positivamente la atención. Resulta que existe un señor en un pueblecito de Andalucía, Jun, que además es alcalde, que además conoce las tecnologías y su potencial, y que además piensa. Este señor se llama José Antonio Rodríguez Salas. Hasta tal punto, que las iniciativas que ha puesto en marcha utilizando las redes sociales y los smartphones para generar bienestar social en su pueblo y hacer más eficientes los servicios públicos han llamado la atención de Deb Roy, profesor asociado del MIT Media Lab que dirige el departamento dedicado a las redes sociales; así como de su compañero William Powers, autor del best-seller ‘La Blackberry de Hamlet’.

José Antonio ha puesto en marcha una verdadera Administración Digital, involucrando a todos los funcionarios públicos y a los ciudadanos, utilizando una aplicación que es de uso común, Twiter. Se decidió que cada uno de los funcionarios tuviera una cuenta de Twiter, de forma que los ciudadanos, la parte viva de una ciudad (algo que los “pensadores” de las smart cities olvidan que existe), pudieran informar en tiempo real a los funcionarios públicos de cualquier incidencia. Los agentes de la Policía Municipal también usaban su cuenta, e incluso una genérica de la policía que además se imprimió en los coches de policía. De esta forma, las ciudadanos podían mandar avisos, denuncias e incidencias directamente, en tiempo real y 24 horas, sin intermediación telefónica.

Si un ciudadano va por la coche, y detecta alguna irregularidad (farolas sin luz, pavimento o aceras en mal estado, ramas caídas, fugas de agua, o cualquier otra), el ciudadano manda un mensaje al alcalde o los funcionarios, estos avisan a los técnicos para su reparación, éstos la realizan y dan cuenta de esta reparación, y se soluciona. En tiempo real, sin más burocracia, y todo a través de Twiter. Parece ser que la imaginación de José Antonio es ilimitada, casi tanto como el potencial que proporcionan las tecnologías cuando se sabe utilizarlas en toda su extensión. Mediante Twiter, se manda el menú de los colegios a los padres, estos también pueden indicarle si “el niño” o “la niña” tiene alguna dieta especial. También se puede avisar para que la máquina limpiadora o barredora retire residuos o basura de la acera; esto es posible porque la máquina también tiene su cuenta de Twiter, faltaría más. Y por supuesto, desde el Ayuntamiento y los centros públicos se manda información sobre cursos, talleres, conferencias o iniciativas públicas a través de Twiter. Burocracia cero, efectividad 10. En definitiva, y como pone el artículo, “una ventanilla de información, reclamaciones y sugerencias ‘full time’. Y, como no podía ser de otra forma, esta forma de comunicación y de “usos tecnológicos” ha trascendido al sector privado, y ya las tiendas, restaurantes y comercios lanzan sus menús, ofertas y promociones al ciudadano a través de sus cuentas de Twiter. Es decir, también beneficio económico y activación del mercado.

Para quien usa Twiter, sabe que, entre otras cosas, tiene tres acciones muy interesantes socialmente: puedes “retuitear” (rebotar) los mensajes, señalar como favoritos, y mandar mensajes directos a alguien; esta acciones sirven, de esta forma, como un cierto control de la efectividad de servicios y funcionarios, y para ver la satisfacción de los ciudadanos. Hasta tal punto ha llevado su fé en este sistema el alcalde, que, transcribiendo textualmente, “Hasta tal punto llegó la implementación del sistema, que en enero de 2012, cuando el Gobierno central decidió ampliar el horario laboral de los empleados municipales hasta las 37,5 horas, el Ayuntamiento de Jun aprobó que su plantilla cubriría esas dos horas y media extras haciendo ‘guardia’ desde su casa con sus perfiles”.

Cuando el alcalde ideó su Administración Digital, que bien podría llamarse inteligente, lo hizo no sólo para hacer más eficaz los servicios públicos, sino también para facilitar la vida de “sus ciudadanos”: eliminando barreras (físicas y burocráticas), generando conocimiento, agilizando soluciones a problemas, y, en definitiva, proporcionando autonomía y bienestar social. Poner la tecnología al servicio de la persona. Y los servicios públicos al servicio de la persona. Y las smart cities al servicio de la persona. Pero para ello es necesario que la persona, el ciudadano, con independencia de sus capacidades, sea capaz de poder y saber usarlas, las tecnologías y su potencial. Por este motivo, es imprescindible que, antes de meternos con esos macroespacios de “ciudades inteligentes”, nos centremos en esos microespacios menos rimbombantes, llamados viviendas, y las hagamos accesibles, usables y “encaminadoras” hacia esa ciudad inteligente. Mientras no nos centremos en desarrollar y adecuar los entornos domésticos, y también laborales, bajo el paradigma del Hogar Digital y la eliminación de barreras en espacios comunes y servicios públicos, podremos tener unas ciudades “robóticas” y “digitales” preciosas, pero sólo utilizables por una parte de la población.

El ejemplo del pueblo de Jun, o más bien de la genialidad de su alcalde, lo he traído a modo de ejemplo de cómo rentabilizar los servicios de un pueblo, las NECESIDADES de los ciudadanos con tecnología actual; a partir de ahí, se podrían ir generando los espacios integrados conscientes, término acuñado por mi buen amigo Valentín Fernández, y después las ciudades inteligentes. “Espacios Integrados Conscientes” que viene a ser, en palabras llanas y simples, desarrollar las grandes infraestructuras y servicios partiendo del Hogar Digital accesible y usable, después espacios físicos acotados y cercanos al ciudadano (accesibles y usables), enlazados con el Hogar Digital que vendrían a ser, en esencia piezas de un puzzle adecuadamente definido pero autónomas, que deben ir encajando entre todas para llegar a esa maravillosa “Ciudad Inteligente”, o siendo “más internacionales” y snobs, smart cities.

Por cierto, en el artículo se hace una reflexión muy interesante, que aún no se la he oído a las “mentes pensantes” que están ocupadas en diseñar esos otros planes” mientras “la vida es lo que nos pasa a los demás seres corrientes solucionando nuestros problemas día a día (entre ellos, superando barreras físicas y digitales)”. La reflexión es, transcribiendo textualmente el artículo:

“Pero este sistema que persigue conseguir una administración más eficaz y trasparente, tiene que funcionar en dos direcciones. ¿De qué sirve que el agente municipal pueda atender estos avisos desde el móvil si los más mayores del pueblo no pueden hacer uso de la plataforma porque no la entienden? Pensando en eso, se pusieron en marcha cursos y talleres para que la idea no quedase en papel mojado y el proyecto de Administración ‘tuitera’ se hiciese realidad. Es decir, ¿estarán preparados gran parte de los ciudadanos, o sabrán o podrán, usar tanta “inteligencia”?

Para quién desee leer el artículo referido, y en el que está basado este post, lo puede leer en:

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