Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. (Bertolt Brecht)

Muchos me llamaran aventurero, sólo que de un tipo diferente y de los que ponen el pellejo para demostrar sus verdades. (Ernesto "Che" Guevara)

Aquellos que ceden la libertad esencial para adquirir una pequeña seguridad temporal, no merecen ni libertad ni seguridad. (Benjamín Franklin)

viernes, 19 de diciembre de 2014

Personas, coches y teléfonos inteligentes


Leyendo el reportaje aparecido El País el domingo 23 de noviembre de 2014, en su sección “Empresas & Sectores”, no pude sino tener la sensación, de nuevo, de cómo las tecnologías cambian poco a poco, o muy rápidamente según se mire, nuestros hábitos y formas de comportamiento social en nuestra vida diaria, casi sin darnos cuenta. Creo que no es difícil observar que, entre todos los ámbitos sociales que están siendo afectados por la tecnología en movilidad y esencialmente por los teléfonos inteligentes, sin duda, uno de ellos es la propia movilidad del ciudadano dentro de su entorno físico, y cómo gestiona esa, su propia movilidad, dentro del mismo. La facilidad de interacción y de acceso a la información, prácticamente en tiempo real, del ciudadano para gestionar sus desplazamientos, bien a través de servicios públicos o privados, está cambiando, efectivamente, hábitos, consumos, tiempos y formas de movimiento. Y, además, está permitiendo la aparición de nuevas formas o soluciones de gestión en sus desplazamientos, con sistemas novedosos a partir de elementos de transporte tradicionales. Estos están ocurriendo con las app’s que conectan personas, smartphones y coches particulares.

Conociendo los problemas de las personas con movilidad reducida (sillas de ruedas o personas ciegas, por ejemplo), o con otro tipo de limitaciones funcionales para desplazarse en entornos urbanos, pensé en cómo estas nuevas soluciones podrían beneficiarlas. Todas giran en torno al coche, y las nuevas app’s que están apareciendo centradas en ofrecer nuevos servicios que ponen en comunicación a personas y “vehículos”, gestionadas a través de nuestros teléfonos inteligentes, podrían llegar a ser una herramienta verdaderamente útil para facilitar la movilidad en aquellas personas con dificultades para desplazarse, y llevar una vida “normal”. Herramientas y servicios sociales, si se hacían bien, es decir, accesibles y usables; porque, además, en este caso, las personas con movilidad reducida debieran ser un foco claro de negocio para estos servicios o nuevas iniciativas. No todas las personas con movilidad reducida son usuarias de sillas de ruedas, que necesitan un vehículo especial o adaptado; personas con discapacidad sensorial, mayores o con dificultades motoras por múltiples causas, también tienen su movilidad reducida para desplazarse sobre todo en entornos urbanos con recorridos extensos. Las tan nombradas Smart cities o ciudades inteligentes, que parece nos van a llevar al paraíso, van a tener muchas virtudes, pero el ciudadano siempre va a necesitar desplazarse para disfrutar de los servicios ofrecidos por las “Smarts” en cada calle o lugar de su entorno. Sus miles de sensores nos van a asaltar con miles de datos, nos van a decir dónde hay menos atascos, van a intentar ayudarnos con mensajes a cada paso, o van a decirnos quién, dónde y cuándo se construyó la baldosa que pisamos y el edificio que encontramos, pero no nos van a tetransportar de un sitio a otro de la ciudad; al menos, no de momento.

El coste de tener un coche propio, según la empresa Respiro Car Sharing (incluyendo impuestos, desgastes, revisiones, combustible, y amortización de su compra, por supuesto…), supera los 5.000 € anuales si hacemos alrededor de 10 – 12.000 km. Si ya el sobrecoste económico anual para una persona con movilidad reducida o dificultades funcionales es elevadísimo, el gasto en desplazamiento y movilidad para ir a trabajar, acceder al ocio y la cultura, relacionarse o asistir a servicios públicos, encarece de forma considerable “su igualdad de oportunidades”. Todas aquellas “invenciones” que ofrezcan soluciones diversas acoplables a las distintas capacidades o necesidades funcionales del ciudadano, y abaraten su gasto diario, si son diseñadas utilizando el criterio de Tecnología Social (accesible, usable, útil y asequible económicamente) tendrán garantizado éxito y decenas de miles de usuarios. Y son decenas de miles de ciudadanos, potenciales usuarios de estos nuevos servicios; y creciendo, en una Europa que avanza hacia el envejecimiento, pero que prolonga sus años de vida cada vez más.

Respiro Car Sharing ha irrumpido hace escasos cuatro años alquilando una flota de más de 2.000 vehículos distribuidos en más de 85 aparcamientos en Madrid, a precios desde 2€ la hora; dependiendo del uso que demos a nuestro vehículo propio, la compensación es evidente: para compras, fines de semana, e incluso determinas actividades laborales. Para una persona con movilidad reducida, que deba trasladarse (o ser llevado por alguien) esporádicamente, quizás no necesite adquirir un vehículo en propiedad. Si esta fórmula es capaz, como sostienen, de llegar a sustituir los usos diarios de más de una decena de coches particulares, el ahorro social, en tiempo, dinero y contaminación, para el conjunto de personas de una gran ciudad llegaría además a ser significativo. La consultora Frost & Sullivan defiende desde hace tiempo que servicios como el ofrecido por Respiro, cuyas empresas en global disponen de más de 3 millones de vehículos en el mundo, van a sufrir una expansión exponencial hacia el 2020, donde llegarían a los 26 millones.

¿Y si no conducimos, y necesitamos o queremos un coche con conductor o chófer, a precios económicos?. Este servicio los ofrecen empresas como Cabify, empresa española,  (actualmente en 7 ciudades españolas y varios países de Iberoamérica), y según su fundador puede llegar a significar un 60% de ahorro si sólo usamos el coche un fin de semana, un 49% menos si lo usamos de lunes a viernes, o un 14% si lo usamos todos los días. Actualmente tiene más de 2.000 coches, todos sus conductores tienen licencia VTC de transporte con conductor, y los precios son cerrados. Todo gestionado a través de su App, que muestra al usuario, por dónde va el coche y cuando llega. Sistema parecido al utilizado por My Taxi y su App, pionera en el servicio de llamadas a taxis  a través de aplicaciones en movilidad. ¿No existiría una verdadera oportunidad de negocio atrayendo decenas de miles de usuarios y consumidores, si a la evidente ventaja del servicio, utilizaran una app accesible, usable y sencilla de uso?.

La economía colaborativa está introduciendo otra modalidad, el compartir viajes en coche. Lejos de la polémica de Uber, empresas como BlaBlaCar utilizan modelos difícilmente cuestionables, poniendo en contacto a conductores y ofreciendo información sobre los usuarios y un servicio de atención frente a problemas en el viaje. Apareció en Francia en 2009 y está implantada ya en 13 países de Europa, habiendo cuadriplicado el número de usuarios en el último año, llegando a los 2 millones. Amovens, bajo el mismo enfoque de eficiencia, utiliza el concepto de coche compartido enfocado a colectivos, poniendo en comunicación a grupos para hacer rentable su servicio; de esta forma, sus clientes llegan a ser centros universitarios y educativos, Administraciones, promotores de eventos culturales o lúdicos, o grandes superficies comerciales. Algo rentable debe ser, cuando ya primeras empresas como Ford, Ericsson o el Banco de Sabadell la usan. Para usuarios con movilidad reducida, limitaciones funcionales o colectivos de personas mayores, por ejemplo, puede ser una solución eficaz, o cuando menos otra opción a contemplar, si la app para utilizar el servicio es accesible.

Vehway (http://vehway.com/), iniciativa de emprendedores españoles, ha diseñado un sistema  de conexión entre conductores conectándose a través de la matrícula del vehículo. Todo gestionado a través de su App. Los conductores no necesitan conocerse. A través de un registro muy simple utilizando la aplicación, se vinculan matrícula y teléfono móvil del conductor. De esta forma, pueden comunicarse para avisar o avisarse para retirar el vehículo si impide el paso o está mal estacionado, evitar atascos,  informar o informarse de que dejan plazas libres de aparcamiento, preguntarse cuándo van a dejar libre el espacio, o avisos a los conductores por los servicios de emergencias y retirar sus vehículos en caso de necesidad. La app es accesible, y ya está siendo utilizada por miles de usuarios y distintos Municipios en sus servicios de seguridad ciudadana. Todo ello incide, de esta forma, en una mejor circulación, gestión de espacios y plazas públicas, y ahorro de tiempos y costes.

Los nuevos servicios de movilidad urbana vinculando vehículos y tecnología a través de teléfonos inteligentes (smartphones) y App’s gestoras del servicio, pueden ser y van a ser una verdadera revolución social, si son pensadas, diseñadas e implementadas utilizando criterios de Tecnología Social, centradas en las diversas capacidades del conjunto de los ciudadanos, accesibles, usables y sencillas. En definitiva, tecnología al servicio de la persona. Y cuando la tecnología utiliza esta premisa, sólo incrementa bienestar, ahorro económico, consumo y beneficios para la empresa y para el ciudadano (consumidor y cliente).

Muchas veces hemos oído comentar cómo las mal llamadas nuevas tecnologías afectan al empleo, y a las diversas formas de organización social, para bien y para mal; la interconexión persona, teléfono inteligentes y coches está reinventando la movilidad o, dicho de otro modo, está adaptando la movilidad tradicional a los tiempos actuales. Si somos inteligentes, todas estas nuevas formas de movilidad, utilizando tecnología y aplicaciones accesibles y usables, pueden significar nuevas oportunidades de igualdad y, también, que no es incompatible, de negocio. Porque, además, debemos reparar en que los coches son, cada vez en mayor medida, tecnología avanzada en sí mismos.


sábado, 29 de noviembre de 2014

Tratemos el derecho del consumidor digital como oportunidad y no como amenaza.



No debemos olvidar que el mundo tecnológico en que vivimos no son sólo los aparatos que podemos tocar y palpar, sino también todo un universo de servicios tecnológicos y productos digitales. Sin aparatos accesibles y usables no existen los servicios para miles de personas con discapacidad o limitaciones; pero aún cuando aquellos lo sean, sin servicios y productos digitales accesibles y usables, tampoco existen. Y dentro de todo este elenco de servicios tecnológicos, el comercio electrónico ocupa un lugar fundamental en nuestro sistema de consumo.

Más del 50% de usuarios que visitan web’s de comercio electrónico no realizan ninguna compra. Si pretendemos incrementar el volumen de ventas a través de este sistema de compra, debemos incrementar el nivel de usabilidad de los portales y webs de compra online, sí; pero también la usabilidad de tabletas, smartphones y elementos físicos de acceso al servicio, así como sus interfaces y aplicaciones para interactuar con ellos. Y la falta de accesibilidad de los portales de compra online no se soluciona precisamente con sanciones económicas y multas, que además, no se pueden volver a poner “por el mismo delito”; éstas se pagan y ya está. Y menos en un sistema jurídico tan rápido, ágil, eficaz, proporcionado y justo como el español. En una economía de mercado, queramos o no, es mucho más eficaz enseñar y convencer a la empresa que la accesibilidad, y no olvidemos la usabilidad, es una herramienta tremendamente potente de captar clientes y robustecer la cuenta de resultados. No se puede incrementar indefinidamente el número de compras online sólo contemplando una parte de los potenciales clientes, ignorando a aquellos que tienen mayores dificultades o limitaciones. Y estos son muchos millones, cada vez más, en una sociedad camino del envejecimiento.

Existe una verdadera barrera mayor aún que frena el incremento de ventas del comercio electrónico, la desconfianza e inseguridad del usuario sobre la seguridad del proceso, las características del producto y el desconocimiento del derecho que le asiste frente a las insatisfacción del mismo, una vez recibido. Supuestamente, esto debiera desaparecer con la reciente ley de derechos del consumidor. Todas aquellas tiendas online que comercializan productos tecnológicos y digitales deben ofrecer adecuada información de todas sus características, y de los derechos que asisten al comprador. ¡Ah, pero no garantizan la accesibilidad de esa información para el posible comprador con alguna discapacidad sensorial o intelectual, o personas mayores con ya ciertas limitaciones! Entonces, ¿descartan ya automáticamente a decenas de miles de potenciales clientes?. ¡Qué baja visión comercial, ¿no?.  Conviene recordar que el acceso a las tecnologías, y la accesibilidad de bienes, productos y servicios tecnológicos y digitales, pasa necesariamente por la accesibilidad al conocimiento de las características de los mismos, con un exhausto y adecuado nivel de información, cuando no tienes el producto físicamente ante ti; y por la accesibilidad al conocimiento y comprensión de tus derechos como consumidor. Y esto sólo es posible cuando la información se halla en formato accesible, usable y comprensible, y presente en los medios adecuados al uso de las características de cada comprador, adaptado a sus circunstancias y capacidades personales.

Según la Comisión Europea, de los 529 millones de internautas, casi la mitad ya son usuarios de comercio electrónico. En España se calcula que más de una cuarta parte de los internautas, el 22%, realiza alguna compra online todas las semanas; en Dinamarca o Reino Unido más de las tres cuartas partes de su población han realizado algún tipo de compra online. ¿Por qué España tiene niveles tan bajos?. A lo mejor, entre otros motivos, desconfía de sus derechos como consumidor. En España la compra online sólo representa un 5% del total. Según la ONTSI (Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones y Sociedad de la Información), el 44’3% de los consumidores nunca ha utilizado las compras online, aún siendo usuarios de internet. Siguen prefiriendo los canales tradicionales, entre otras cosas, porque no se fían. Y de este porcentaje, una gran mayoría de personas con discapacidad sensorial, intelectual o mayores, además de por la desconfianza, por la falta de accesibilidad y usabildad de los portales, y de la información tan deficiente y escasamente accesible sobre sus derechos como consumidores que se ofrece en ellos.

A mediados de junio de 2014 entró en vigor una nueva normativa sobre los derechos de los consumidores que, si bien no es específica sobre comercio electrónico, sí regula ciertos aspectos sobre él, como la obligación que tienen las tiendas online  a partir de ahora de describir con total claridad las características de los productos y servicios que venden, el precio final de la compra, y los derechos del consumidor acerca de su devolución o desistimiento.

El tema es más preocupante cuando es un producto digital. ¿Y si una app, programa informático, o libro electrónico no es accesible?. ¿Y si compramos un dvd o blu-ray y no está subtitulado o audiodescrita?. Porque no lo advierten en su relación de características. ¿Y si pagamos por ver una película en streaming y no es accesible?.

Al comprar un producto digital, el derecho sobre él es distinto al de un artículo físico. En éste, adquieres su propiedad; en el digital, una licencia de uso único. De esta forma, en el digital no podemos prestarlo, alquilarlo o venderlo. Mientras en el físico tienes derecho a devolverlo sin más, en el digital no, salvo defecto en el mismo. El motivo es que el digital normalmente se ha utilizado o usado ya (p.e.: un película on line), o se puede seguir usando (una app o programa). Pero, ¿y si no es accesible y utilizable por determinadas personas con capacidades “no estandar”. ¿Qué pasa?. Esto supone una evidente laguna legal que deriva en injusticia, que deja indefenso a una persona con discapacidad sensorial, intelectual o limitaciones cognitivas, caso de muchas personas mayores. Es urgente una regulación, máxime si observamos que la principal tendencia en el consumo tecnológico, según uno de los últimos informes de Ericsson, a través del comercio electrónico se centra en las app, aplicaciones y contenido digital.

En la Directiva Europea 2011/83/UE sobre Derechos de los Consumidores, se regulan aspectos tan importantes como la necesaria e imprescindible información previa a la compra, la necesidad de que el consumidor acepte de manera expresa las condiciones de transacción enviando un correo electrónico u otro aviso similar manifestando que está de acuerdo con el precio final, así como su forma de utilización. Para ello, esta normativa, ya vigente en España, establece que todos aquellos proveedores de productos o servicios digitales deben facilitar y poner a disposición del consumidor absolutamente toda la información que éste necesita antes de decidir la compra. Según esta nueva regulación, todas las tiendas online y aquellas empresas que comercialicen productos mediante comercio electrónico deben adaptarse de tal forma que permitan al usuario conocer precio final, características detalladas del producto, un formato de acuerdo de licencia que deje claro al usuario la renuncia a devolución en caso de contenidos digitales por el consumidor, así como el documento de consentimiento expreso por el usuario para cerrar el contrato, y así iniciar la descarga. Ahora bien, nada se habla de que esta información, si está presente en la web, deba ser accesible. ¿Debemos entender que sí, o que no?. Yo lo tengo claro. Si hacemos caso a la famosa Convención de derechos de las personas con discapacidad, firmada por la UE (¡que suerte tener el doble de derechos que los demás!), la respuesta es sí.

Mención especial es el derecho de desistimiento, algo que todo consumidor debiera conocer. En la reciente ley española, se establece que el consumidor deberá rellenar un formulario manifestando su renuncia al desistimiento. La tienda on line debe asegurarse de que el consumidor ha dado su conformidad. Y entre otras cosas, el consumidor debe saber que en el supuesto de productos físicos (no digitales), tiene un derecho de desistimiento o devolución de 14 días; y si este aspecto no figura entre la información ofrecida por la tienda on line, este derecho se amplia a 12 meses. Y ahora una pregunta inocente, ¿y si esta información contractual no es accesible para una persona ciega?. ¿Son 14 días, o 12 meses?. ¿Y en un producto digital donde no se informa de sus condiciones de accesibilidad?.

Aclaremos que un producto digital es aquél cuya compra y entrega se produce a través de Internet, y que se caracteriza por no tener una presencia física. Serían, por ejemplo, app’s p aplicaciones, programas informáticos, videojuegos, libros electrónicos o eBooks, música, o películas compradas o alquiladas y descargadas de la red.

El artículo 60. Información previa al contrato, de la “Ley 3/2014, de 27 de marzo, por la que se modifica el texto refundido de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios y otras leyes complementarias, aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/2007, de 16 de noviembre”, dice:

 

“Antes de que el consumidor y usuario quede vinculado por un contrato u oferta correspondiente, el empresario deberá facilitarle de forma clara y comprensible, salvo que resulte manifiesta por el contexto, la información relevante, veraz y suficiente sobre las características principales del contrato, en particular sobre sus condiciones jurídicas y económicas.” Esto de forma clara y comprensible, ¿debemos entender que debe ser accesible cuando es mediante un portal web de comercio electrónico?. Y más allá, ¿al hablar de “comprensible” debe mostrarse también en formato de lectura fácil para ser entendido por personas con discapacidad intelectual, muchos mayores o con escasa formación?.

La accesibilidad a las TIC pasa necesariamente por la accesibilidad al conocimiento por parte de la persona y usuario, cualquiera que sean sus capacidades, de sus derechos como consumidor. Esto disminuye el temor al proceso de comercio electrónico y compra online, eliminando la barrera.

Pero, retomando el principio del post, la falta de accesibilidad no se soluciona con sanciones económicas, que apenas suponen una coma punto ceros en las cuantías de los millones de euros que mueven las grandes empresas, sino haciendo ver que los criterios de accesibilidad y usabilidad incrementan negocio, robustecen la imagen y fidelizan la marca entre millones de usuarios virtuales con limitaciones.

La empresa privada se va a dar cuenta rápido de la necesidad de incrementar accesibilidad y usabilidad en sus tiendas online, y harán el esfuerzo (inversión), para adaptar sus contenidos, aunque sea por necesidad de no perder mercado. Pero las Administraciones Públicas deben dar el primer ejemplo, porque, utilizando una metáfora, el ciudadano es el consumidor de sus Servicios Públicos. Y si queremos exigir a la empresa privada (que sí y por supuesto, también), primero debemos exigir a quien gestiona nuestros impuestos. Primero debe ir el buen ejemplo y hacer del “jefe” (Administraciones Públicas en todos sus niveles, empresas públicas y organismos dependientes), y luego de “los subalternos”.



viernes, 4 de julio de 2014

¡Qué bien que llegan las Smart Cities para solucionarme la vida!

Tenía pensado escribir un post sobre robótica, pero no he podido resistir la tensión de cambiar de idea. Desde que leí la semana pasada en el BOE del viernes 27 de junio la Resolución de 24 de junio de 2014, de la Entidad Pública Empresarial Red.es, por la que se efectúa la convocatoria para la selección e los Ayuntamientos participantes en la “Primera convocatoria de ciudades inteligentes de la Agenda Digital para España” y se establecen las bases reguladoras de dicha convocatoria”, mi conciencia no está tranquila sin sacar a la luz algunas reflexiones.

         La primera es, sin duda, ¿quién o quiénes están diseñando las ciudades inteligentes (smart cities) para mí y para miles de ciudadanos?. Desde luego, los diseñadores de estas famosas ciudades tan nombradas y renombradas ahora en todos sitios, y más en España, donde seguimos siendo más papistas que el … desconocen la realidad social, la ciudadanía, las necesidades, la diversidad y las prioridades, pero tenemos la Red de Smart Cities más grande del mundo, y más Smart Cities que nadie. Y por encima de todo, desconocen absolutamente lo que es la accesibilidad y usabilidad tecnológica, su importancia para cientos de miles de personas, y su impacto en múltiples ámbitos, entre ellos la economía y el gasto público. Ahora bien, también hay que ser comprensivos; la ceguera (metafórica, si fuera real pensarían de otra forma), se produce por la cantidad de cientos o miles de millones que se están poniendo encima de las mesas, que hay que repartir, muy golosos, todos para proyectos Smart y ciudades smart donde la persona queda muy por detrás de otros intereses.

         Pero es que, además, quien o quienes están diseñando la ciudad inteligente para mi y miles de ciudadanos, adolecen de confusión en algunos términos. Resulta que la Resolución publicada, cundo leemos los criterios de valoración (en apartado Bases, Décima, Criterio 5) incluye la mejora de la accesibilidad de los servicios públicos, junto a otros conceptos, con un 16% ¡sobre 100, lógicamente!. Y más adelante se llega a decir “…se valorará positivamente que la iniciativa…tenga en cuenta el desarrollo del concepto de accesibilidad universal…”. Creo que los pensadores no distinguen entre Criterios y Condiciones. Criterios pueden ponerse al gusto del pensador (formato de hojas, resumen técnico, presupuesto…), pero Condiciones, son obligatorias. Y la accesibilidad y usabilidad no son Criterios, son Condiciones obligatorias, trabajas y plasmadas en muchas Leyes y Reales Decretos publicadas también en el BOE, y en una Convención Internacional ratificada por España. Y peleada por mucha gente, entre ellos, muchos de mis excompañeros de la Dirección General de Discapacidad, de Ministerio de Sanidad, funcionarios pero personas, que se han dejado la piel en ello.

         Más preocupante aún, es que los pensadores que están diseñando la ciudad inteligente para mí y miles de ciudadanos, también desconocen la ley, y las obligaciones que tienen que cumplir las Administraciones Públicas. ¿Desconocen quizás las obligaciones de todas de disponer de sus web’s accesibles desde el 31 de diciembre de 2008?. ¿Quizás también se desconoce que el RD 1494/2007 obliga, desde el 4 de diciembre de 2009, a que todos los equipos informáticos o técnicos, y programas o aplicaciones tecnológicas al servicio del ciudadano, sean accesibles?. ¿Quizás tampoco son conocedores de las obligaciones, en lo tecnológico, previsto para hacer accesibles todos los servicios al ciudadano del RD 366/2007, de condiciones de accesibilidad y no discriminación de las personas con discapacidad en sus relaciones con la Administración General del Estado”, o del RD 505/2007, “condiciones básicas de accesibilidad y no discriminación de las personas con discapacidad para el acceso y utilización de los espacios públicos urbanizados y edificaciones?. ¿Y la Ley 11/2007, de 22 de junio, de acceso electrónico de los ciudadanos a los Servicios Públicos?. Entiendo que al ir dirigida la Resolución publicada a los Ayuntamientos, casi ninguno podrá concursar o solicitar los dineros para hacer proyectos de smart cities o ciudades inteligentes, por no estar al corriente en el cumplimiento de la Ley. Porqué es una Condición cumplir la Ley para acceder a fondos públicos, ¿no?.

         En este sentido la accesibilidad tecnológica es un Condición, obligatoria e inexcusable, prevista en multitud de leyes y Reales Decretos. Y en el artículo 9 de la Convención Internacional de Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada por España, y por tanto derecho obligatoria en nuestro país. Por tanto, ni tan siquiera debiera figurar en el texto de la Resolución. Es si o si. Aunque pudiera recordarse, para los olvidadizos o pensadores garantes de los derechos, poniendo “no será válido ningún proyecto que no utilice bienes, productos o servicios tecnológicos no accesibles, ni proyectos smartcities que no cumplan las Condiciones de accesibilidad previstos en nuestro ordenamiento”.

         A lo mejor, el ciudadano común preferiría que se invirtiera ese dinero en cumplir las obligaciones previstas, en lo tecnológico, para hacer accesibles para todos los bienes, productos y servicios previstos en la Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril, por la que se modifica la ley orgánica 6/2001, de 21 de diciembre, de Universidades, o en la Ley Orgánica de Educación, y en una decena de Reales Decretos relativos a la educación inclusiva, con independencia de las distintas capacidades de cada persona. O en hacer accesible los elementos tecnológicos adecuados para todos los ciudadanos, previstos, entre otras, en la Ley 18/2011, de 5 de julio, reguladora del uso de las tecnologías de la información y la comunicación en la Administración de Justicia. Quizás, si se invierten esos dineros en garantizar la asistencia personal prevista en la Ley 39/2006 “de dependencia”, para que todos aquellos ciudadanos con movilidad reducida o en situación de dependencia, aunque sea redundante, puedan disfrutar de las smart cities tecnológicas también. ¿Y si se invirtiera mucho más en el Hogar Digital Accesible? Porque el hogar, junto al centro de trabajo, es donde el ciudadano pasa más horas. Unos porque “vuelven” de su quehacer diario; y otros muchos miles porque ni tan siquiera pueden salir a la calle y futura smart city, por las barreras en sus portales.

¡Otra idea! Quizás también pudiéramos dedicar gran parte de esos dineros a generar conocimiento, a difundir conocimiento entre los ciudadanos, a que conozcan sus derechos, a hacer saber que existe, por ejemplo, una Ley 49/2007, de 26 de diciembre, de Infracciones y Sanciones en materia de igualdad de oportunidades, no discriminación y accesibilidad universal, que debe servir para garantizar todos esos derechos. Ahora incluida, por cierto, en el Real Decreto Legislativo 1/2013, de 29 de noviembre, por el que se aprobó el Texto Refundido de la Ley General de Derechos de las personas con discapacidad y de su inclusión social. ¿Quién la conoce? ¿Interesa que se conozca?. ¿Y si se conoce y empiezan a presentarse miles de denuncias?. A lo mejor tampoco interesa que el ciudadano sea autónomo en el ejercicio de sus derechos; a lo mejor interesa más que sean dependientes de asociaciones subvencionadas para velar por sus derechos.

         En cualquier caso, como casi ningún Ayuntamiento estará al día en el cumplimiento de las Leyes, supongo que no podrán concursar o acceder a esos dineros, y sobrará dinero, que se podrá dedicar a cumplir las Leyes. A sanidad, educación, justicia, o prestaciones sociales. O eliminar barreras, para facilitar el uso de las smart.

         ¡Qué lástima que entre los pensadores que diseñan las smart cities (ciudades inteligentes) para mi y para miles de ciudadanos no haya nadie con discapacidad, diversidad funcional, limitaciones o como quiera llamarse. ¡Pero es que tampoco son economistas ni inversores!. Si lo fueran, sabrían que la accesibilidad y la usabilidad genera negocio, dinamiza mercado, incorpora consumidores y ciudadanos activos al sistema, reduce costes y gasto público, y produce igualdad de oportunidades. Y toda igualdad es bienestar social.

         Y no es que esté en contra de las smartcities, ni mucho menos. ¡Quién no quiere vivir en una ciudad mejor!. Es, sencillamente, que para que todas las personas, con independencia de sus capacidades, puedan llegar a disfrutar de ellas, antes hay que solucionar muchas cosas. La accesibilidad no es una carta más de la baraja, no; la accesibilidad es una de las reglas del juego para jugar a la baraja, y si te la saltas, pierdes. Pero además, la baraja tiene que ser igual de accesible para todos, para estar en igualdad de Condiciones, donde todos, con independencia de sus capacidades, puedan disfrutar del juego. Y en una sociedad donde los bienes, productos y servicios tecnológicos no son accesibles para todos, quien pierde la sociedad en su globalidad.

         La smartcity que piensan no me ayuda a subir mi silla de ruedas al coche para disfrutar de la smartcity. Ni hace que pueda ser autónomo en mi portal o comunidad para poder salir autónomamente a la calle a disfrutar de la smartcity. Ni que pueda estudiar en la Universidad en igualdad de condiciones, ni disfrutar del cine o del teatro, o disfrutar de sus calles sin barreras. Pero, a lo mejor, si se cumplen las leyes y Reales Decretos que incluyen las referencias a la accesibilidad tecnológica, quizás pueda llegar a disfrutar de las smartcities o “ciudades inteligentes”.


miércoles, 14 de mayo de 2014

Cuando las tecnologías no tienen la culpa de las desigualdades



A veces ocurre, desafortunadamente, que las tecnologías o determinadas tecnologías no son accesibles; en este caso, culpa clara, sería de la industria y de sus directivos. Pero, ¿qué ocurre cuando hay soluciones tecnológicas accesibles y usables, y las decisiones “tecnológicas” que generan desigualdad o discriminación las toman los humanos?.

Con las tecnologías sucede un paradigma preocupante que lleva presentándose desde que entramos en la denominada Sociedad de la Información y la Comunicación. Reclamamos su accesibilidad y usabilidad, exigimos su evolución al diseño para todos, muchas veces las demonizamos como culpables de las brechas sociales. Sin embargo, las tecnologías, y especialmente las tecnologías de consumo y comerciales, cada vez en mayor medida van incorporando soluciones, recursos y  medios que facilitan la accesibilidad y usabilidad. La variedad de modelos que encontramos en el mercado hacen que muchas veces, lo que no encontramos en un modelo que se adapta a nuestra necesidad lo veamos en otro. Según avanzamos en el tiempo, aparecen soluciones tecnológicas que nos ayudan a resolver requerimientos de nuestras vidas, cada vez más adaptativos.

Resulta cada vez más difícil echarle la culpa a las tecnologías, aún cuando no son perfectas ni lo serán jamás, por mucho que se acerquen a la definición literal que de la perfección hace el diccionario. Pero la culpa del desconocimiento sobre su potencial y utilidades no es de la máquina, más bien de las personas. Y las decisiones sobre qué tecnología utilizar o implementar en servicios públicos dirigidos al ciudadano, que sea adecuada a cada tipo de usuario, no las toman las máquinas, las toman las personas. Cuando existe tecnología adecuada, o al menos más adecuada, para ejercer derechos y cumplir obligaciones, y ésta no es puesta a disposición del sujeto de derecho, ¿a quién echamos la culpa?.

No poder ejercer los derechos en igualdad de condiciones por cualquier persona con limitaciones funcionales es grave, muy grave. Doblemente grave cuando existe tecnología adecuada para ello. Derecho a tener en las actividades relacionadas con la educación pública, sea obligatoria o universitaria, servicio de subtitulado para personas con discapacidad auditiva, por ejemplo. ¿O acaso no existe tecnología para ello?. Derecho a acceder a la información pública, de las Administraciones, en cualquier sector, en formato accesible: sanidad, medicamentos, oposiciones, servicios de seguridad, tráfico, transportes… en formatos digitales estructurados y accesible. ¿O acaso no existe tecnología para ello?. La diversidad de terminales inteligentes, smartphones, tabletas u ordenadores permite que existan, prácticamente seguro, alguno más usable para cada necesidad, y cada vez más. Mi pregunta es, si existen recursos y productos tecnológicos que facilitan la usabilidad y permiten la accesibilidad, ¿la responsabilidad es de las Tic’s, elementos inanimados ellos, o de quién toma las decisiones de usar unas u otras, o directamente no usar las adecuadas?. Derecho a una participación electoral, como votante, en igualdad e individual, a través del voto electrónico. ¿O no existe tecnología para ejercitar el voto electrónico? Quizás habría que comentarlo con Paul Allen, fundador de Microsoft junto a Bill Gates, que acaba de invertir 30 millones de euros en una empresa catalana, Scytl, especializada en voto electrónico y procesos electorales, con presencia en unos cuantos países. 

Las personas crean a las tecnologías, y son responsables de cómo se crean (útiles, accesibles, usables…). Pero las tecnologías no son responsables de por qué se usa cada una, del por qué se eligen unas inaccesibles sobre otras menos, ni del por qué se establecen obligaciones a los ciudadanos, con posiblemente consecuencias muy serias, de cumplir esas obligaciones legales con Tic’ o servicios tecnológicos inaccesibles. Determinadas obligaciones fiscales deben realizarse, desde este año, única y obligatoriamente a través de medios telemáticos. Es el caso de la declaración del IRPF, o el resumen anual del IVA para empresarios y autónomos. Pero resulta que las aplicaciones y los procesos no son accesibles. Si el obligado fiscal no cumple, seguro que le cae la sanción correspondiente. ¿Pero qué ocurre si el obligado es ciego?. ¿Es responsable? ¿O sería responsable quien autoriza a realizar ese trámite únicamente a través de medios telemáticos inaccesibles? ¿Quién debiera pagar la posible sanción?. Aquí la tecnología no tiene culpa alguna, porque hacerla accesible, se puede. Y si no se pudiera, jamás debiera existir esa obligación.

Si el no poder ejercer determinados derechos porque no se utilizan tecnologías y recursos tecnológicos adecuados es grave, más lo es que recaigan sobre el ciudadano con limitaciones funcionales o mayores, además, consecuencias económicas o físicas. ¿Y si una persona con discapacidad auditiva, en una vista judicial, no entendiera bien el contexto de una pregunta, porque la sala no está acondicionada con bucles magnéticos? Un testigo tiene obligación de declarar y contestar, y podría darse el caso de una contestación errónea, que hiciera pensar en una falsedad, por no entender adecuadamente la pregunta. O sencillamente, no acudir a juicio por no recibir las notificaciones en formato digital accesible. ¿De quién sería la responsabilidad de no utilizar servicios de aviso visuales, acústicos y entendibles, si en un centro de trabajo existen personas con discapacidad sensorial, intelectual, o mayores?. Cuando la tecnología y los recursos existen, son las personas las responsables de las brechas digitales, sociales, y de las situaciones de discriminación e indefensión. Sabemos que los servicios y contenidos que nos permiten desarrollar las actuales tecnologías pueden ser accesibles y usables, a través de las web’s, códigos QR y NFC, elementos multimedia, audioguías y servicios interactivos, e incluso desarrollos de simplificación del lenguaje y comprensión cognitiva y facilitada, utilizando tecnología Watson de IBM, interactuando en lenguaje natural. Si todo ello es posible, y podemos utilizarla para acceder a información en alimentos, composiciones, fechas de caducidad, servicios médicos, información al ciudadano, guiado urbano en espacios edificados y construidos, videoconferencias en lenguas de signos para utilizar servicios públicos, libros interactivos y diseñados en 3D en educación, …

En definitiva, Responsabilidad social tecnológica. Y esta premisa no depende de las tecnologías, más bien de quien decide qué y cómo cuando existen alternativas accesibles y usables. La Responsabilidad Social Tecnológica analiza, más allá de las cualidades de determinado producto o servicio tecnológico, el impacto que ejerce sobre la persona o colectivos de ciudadanos, la implantación de una tecnología u otra, y de la forma de diseñar y utilizar los servicios al usuario con tecnología. La diferencia es que, si bien la Responsabilidad Social Tecnológica se debe tener presente tanto en el ámbito público como en el privado, las consecuencias son distintas y más o menos graves depende de dónde.

En el ámbito público no debe haber “negociación” posible, no utilizar el principio de Responsabilidad Social Tecnológica en la adquisición de bienes y productos TIC y su generación de servicios, puede suponer, desde luego, discriminación y falta de igualdad de oportunidades. Más grave aún, negación de la posibilidad de ejercer derechos como ciudadano; y aún más grave, posible indefensión ante actuaciones obligatorias ante la Administración, como dije antes, con perjuicios serios económicos y personales al ciudadano con determinadas limitaciones. Por cierto, también más gasto público, para enmendar “parcheando” sus errores.

¿Y en el ámbito privado? Pues, señores, aparte de las clásicas discriminaciones y no igualdades, entre otras cosas, que quizás al empresario le importen menos, pues es que afecta al negocio. Sí, aunque sea difícil de observar. Tanto virtual como físico. La implantación de determinadas TIC y servicios tecnológicos en el comercio, por ejemplo, afecta seguro al incremento de clientes. “Captación” de información comercial, de ofertas, facilidad de pago y plataformas de pago sencillas y usables, adaptabilidad de las herramientas TIC, sistemas de información electrónica adecuados… En fin, creo que sigue siendo necesario profundos cambios en la forma de generación del conocimiento del mundo TIC y sus recursos, para que, de una vez, se den la mano el beneficio social y el beneficio económico.

domingo, 2 de marzo de 2014

Desarrollada la tecnología, para qué podemos usarla



Me he sorprendido gratamente al leer en el número 135 de la revista tecnológica “Personal   Computer & Internet” (no es publicidad), en su sección “Magazine actualidad”, una noticia escrita por un redactor, del que desconozco su nombre, que afirmaba algo que yo llevo defendiendo y enfatizando desde hace años: “Ya estamos acostumbrados a ver en titulares a las impresoras 3D. Una vez desarrollada la tecnología, lo que ahora importa es para qué podemos usarla”. Y esto es aplicable a cualquier innovación tecnológica. Defiendo desde hace mucho que, aún con las imperfecciones y carencias, el mayor problema de la tecnología de consumo es el enorme desconocimiento por el usuario de todo su potencial, y de la industria y de la empresa, de “hacer visible” ese potencial. A la tecnología, para “explotarla”, hay que saber extraerla toda su sociabilidad: hacerla tecnología social. El concepto de tecnología social es más amplio que sólo la accesibilidad y usabilidad, que también, pero mira además la capacidad de uso, el impacto y las consecuencias que produce en el usuario, entre otras cosas. Buscando la sociabilidad de la tecnología, ganarían mucho más todos los “actores” del mercado: usuarios, Administraciones, industria, empresas y comercios.

Los productos perduran cuando se usan, y se compran más cuanta más utilidad te proporcionan. Hay un porcentaje de consumidores que compran por ser fieles a una marca, por ser técnicos, o  simplemente por frikis; pero a ello hay que añadir un porcentaje no desdeñable de consumidores que compran tecnología de consumo por utilidad. Y en el caso de personas con discapacidad, limitaciones o mayores, cuando existe un producto que proporciona una verdadera usabilidad y calidad de vida, la mejor campaña publicitaria es su boca a boca, por ser colectivos compuestos por usuarios que están muy en contacto, y cohesionados muchas veces.

Que la tecnología comercial incorpora cada vez más funciones de accesibilidad y usabilidad, muchas veces no vistas, es clarisimo, aunque sean invisibles al fabricante o a la empresa. Y ejemplos hay a cientos. Panasonic System Communications Company Europe (PSCEU) presentó en Sicur 2014, como primicia, su nueva gama de sistemas de vídeoporteros. Lleva una pantalla táctil LCD de 5” con zoom, graba llamadas en una memoria interna y en tarjeta SD, posee una cámara con gran angular, e incorpora un videoteléfono inalámbrico DECT, permitiendo comunicarse y manejarlo estés don estés en tu casa, o en tu oficina. ¡Menuda comodidad! Pero además, ¡menuda utilidad, tranquilidad y generador de autonomía para una persona con movilidad reducida, sensorial, encamada, o mayor.

La capacidad de personalización, que genera autonomía, seguridad y usabilidad de los smartphones, por citar otro ejemplo, suele ser otra característica “invisible” tanto para la empresa o industria como para el usuario. El conocimiento suele quedar en la cabeza de los departamentos técnicos del producto, y de usuarios relativamente avezados. Pero el poder configurar tu smarphone con distintos tipos de vibración para saber quién llama, o con avisadores luminosos, para personas sordas o con discapacidad auditiva, personas ciegas, o personas mayores, puede significar desde poder atender a una llamada, o poder recibir un aviso de alarma de que hay un incendio, por ejemplo, si estas en tu despacho y tienes una alarma con bluetooth que avisa a tu móvil. Es tecnología de consumo, a la que podemos sacar utilidad, sin inventar ruedas de molino (que por cierto, ya no se usan). Igual podemos decir de las posibilidades de personalizar las interfaces para personas con discapacidad intelectual o mayores con limitaciones.

Para una persona con movilidad reducida, la posibilidad de entrar a un aparcamiento o garaje se incrementaría utilizando, simplemente, etiquetas NFC de forma que al acercar tu smartphone al poste de entrada, se elevara la barrera y pudieras pagar además. Para una persona en silla de ruedas es francamente difícil muchas veces hacer uso de estos espacios (a veces hay bajar y volver a subir…). Se puede perder un cliente fácil. (Claro que esto importa poco en las grandes ciudades, porque están siempre llenos, o peor, son inaccesibles físicamente. Es una ironía. Hay que poner NFC, nos facilita la vida, y nos hace consumidores).

El pensar en accesibilidad y usabilidad genera negocio. Para ello debiéramos fijarnos en ejemplos claros de éxito. El impacto comercial que está teniendo la sustitución de bañeras por mamparas es demoledor. No sólo porque facilita la vida y otorga autonomía de personas mayores y movilidad reducida, también porque produce seguridad, reduce riesgos y accidentes, y produce también autonomía a las propias familias. Muchas personas mayores y con limitaciones funcionales son capaces de utilizar una mampara, pero no una bañera. El consumo se ha incrementado, porque la usabilidad compensa de largo el coste.

Este es un ejemplo de cómo conociendo las necesidades de determinados usuarios, se genera negocio. Por ello resulta sorprendente que la industria y la empresa adolezca de un desconocimiento tan enorme de otras necesidades, incurriendo en pérdidas de beneficio y de captación de usuarios. Cuando vas a cualquier presentación comercial, (igualmente podemos decir conferencias, teatro o cualquier evento), no es raro encontrar (bueno, digamos que es menos raro), intérpretes de lengua de signos. Sin embargo, las personas sordas usuarias de lengua e signos son una minoría (esto no quiere decir que no tengan el mismo derecho). El 95% de personas con discapacidad auditiva son oralistas, que necesitan de apoyo textual o subtitulado. Decenas de miles de potenciales usuarios o consumidores, que si no se enteran de lo que se presenta, quedan fuera del juego del comercio. Incomprensible para alguien que busca incrementar su cuenta de resultados. ¿Alguien se ha detenido a calcular si ganan o pierden haciendo publicidad accesible? Si a los departamentos comerciales o de marketing se les enseñara  a mandar los correos publicitarios en formato accesible, ni demasiado difícil ni costoso, ¿ganarían o perderían?. Hagan la prueba.

Las tendencias que hemos visto en el reciente MWC, al igual que en todas las ferias tecnológicas a lo largo del año, mezclan ya casi a la par productos y servicios sobre productos.: dispositivos 'weareables, novedades en los sistemas operativos móviles, novedades de smartphones, hogares y coches conectados, o propuestas (creamos que de buena fé) para conectar a 5.000 millones de usuarios, como propugna Mark Zuckerberg. El mundo de los servicios es el que rentabiliza la produción de tecnología.

Muchas veces he comentado que la “batalla” por la accesibilidad tecnológica debe cambiar de estrategia. Las asociaciones, fundaciones y demás, la mayoría con recursos personales y económicos limitados, dedican muchísimos recursos a editar libros, informes, crear app’s o diseñar aplicaciones específicas, para usos y colectivos a veces restringidos. Esto no tiene demasiado sentido hoy día, cuando la tecnología comercial dispone cada vez más de un potencial totalmente desaprovechado, y cada vez más accesible, y usable. Se trata de buscar y descubrir el lado social de la tecnología, socializar la tecnología en definitiva; y aprendiendo a aprovechar las características de la tecnología “que está en la calle” se generaría exponencialmente mucho mayor beneficio social, se dinamizaría el consumo, y de modo parejo el beneficio de las empresas, especialmente de aquellas que ofrecen servicios. El objetivo es hacer que los demás hagan, y que estos a su vez hagan que otros hagan. Diseñar individualmente, casi para cada caso, app’s de guiado, de realidad aumentada, de comunicación… como si estuviéramos a principios de los 80, cuando las aplicaciones se hacían a medida en empresas con Cobol, Pascal, Assembler o demás, reduce su eficacia y parchea simplemente problemas. La accesibilidad y usabilidad hay que incorporarla, y cada vez con mayor frecuencia ocurre así, en desarrollos globales que sirvan para todos, y se adapten además a la persona con determinadas necesidades. O que la persona sepa adaptar la tecnología que consume a su necesidad, cuando incorpora (como ocurre cada vez más) funcionalidades de usabilidad importantes. Es importante hacer ver, y que hagan valer, a la industria y la empresa “lo invisible” de sus productos, para que lleguen a miles de usuarios que desconocen sus características de accesibilidad, usabilidad y servicios.

En este contexto, es muy interesante encontrarse eventos donde una variedad de fabricantes van a mostrar sus productos, y demostrar qué se puede hacer con ellos, más allá de los sms, whatshaps, llamar, o hacer fotos. En el Encuentro de Responsabilidad Social Tecnológica que organiza la Fundación de Tecnología Social, en la Universidad Politécnica de Madrid, fabricantes como Samsung, Nokia, Fujitsu o Bq harán demostraciones prácticas de cómo usar, y cómo aprovechar determinados productos que comercializan; o donde se debatirá cómo influye y si es adecuada la tecnología usada en Sanidad, por ejemplo. El conocimiento es poder, decía Francis Bacon, y en el caso de la tecnología, conocerla bien es incrementar sin duda el consumo. Desde luego, una de las fórmulas más atrayentes y con mayor potencial de negocio pasa por descubrir el poder social de la tecnología, y cómo la tecnología comercial puede ser usada para mucho más de lo que pensamos, sociabilizando su uso, conociéndolo. En la vida diaria, en la educación, en la sanidad o en el ocio. La accesibilidad y la usabilidad de la tecnología comercial crece, pero hay que conocerla. Aconsejo acercarse al III Encuentro de Responsabilidad Social Tecnológica, los días 13 y 14 de marzo, en Madrid.

El uso por la vista de los smartphones y tablets de Samsumg, los asistentes de voz de las primeras marcas de fabricantes, las pantallas táctiles que no exigen apenas movilidad, las funciones de las continuas versiones de los sistemas operativos, o los reconocimientos gestuales y biométricos de terminales y smart TV demuestran que la multiplicidad de formas de uso y de comunicarse con los aparatos, nos facilitan la vida. Pero además, para quienes tienen dificultades de movilidad, discapacidades sensoriales (personas ciegas, sordas o con discapacidad auditiva), intelectual o mayores, suponen un valor añadido.

El descubrimiento de estas “virtudes sociales” de la tecnología de consumo, que se va incorporando ya de serie, es necesario hacerla llegar a la empresa y al fabricante, para descubrirle “que tiene negocio”. Hay que trabajar invirtiendo casi todos los recursos en acercarse a los centros de decisión, grupo de trabajo, sesiones de formación interna, “comidas de trabajo”, con la empresa y la industria, y dedicar muy poquito a generar informes, app’s o proyectos de alcance ilimitado. En la era de la sociedad de la información y la comunicación, seguro que si buscamos en internet, en las redes sociales o en las bibliotecas digitales, cómo hacer una aceituna, una farola o un zoológico accesible, lo encontramos. Es la hora de ejecutar y de difundir conocimiento ya existente, en beneficio de todos.


viernes, 14 de febrero de 2014

Tendencias tecnológicas y yo, consumidor



Curiosamente, cada final de año aparecen los informes de previsiones de tendencias tecnológicas para el año, elaborados por consultoras y fabricantes, cual videntes fueran. Sin embargo, hay diferencias entre unas y otras. Unas son futuristas, otras son cuando menos interpretables; unas basadas en opiniones “expertas”, otras más basadas en criterios ciudadanos y sociales; unas de mayor impacto en la persona, otras en la industria. Pero pocas tan significativa como la que realiza Ericsson Consumer Lab, con una muestra de 100.000 entrevistas individuales, de 40 países, representando estadísticamente alrededor de 1.100 millones de personas, con métodos cualitativos y cuantitativos. Sobresale una conclusión, según el responsable de Investigación del ConsumerLab, Michael Björn: "la tendencia más importante" que han detectado es la "demanda masiva de aplicaciones y servicios en todos los sectores y sobre todo en aquellos que tienen el potencial de cambiar el día a día de la gente" (artículo de La Vanguardia Digital). Muy por encima de la demanda de nuevos aparatos o innovaciones “físicas”.

Ello quizá sea debido a que, actualmente, prácticamente cualquier smartphone, tableta, portátil o aparato móvil que tengamos, por bajo que sea su coste o prestaciones, nos permite acceder a servicios. Servicios como los diez enumerados por Ericsson: aplicaciones, el cuerpo como contraseña, cuantificación (control de constantes) de uno mismo, internet en cualquier sitio, smartphones como reductor de la brecha digital, sensación de que los beneficios del mundo online pesan más que las preocupaciones, video e influencia social al poder, datos visibles, sensores para todo, y encender, parar y reanudar en cualquier parte. Curiosamente, y entre 100.000 entrevistas y miles de conclusiones, no aparece contemplada la mejora o el incremento de la accesibilidad y usabilidad de las tecnologías, cuando ésta sin duda se está introduciendo cada vez más, y sin querer, en nuestros aparatos. O quizás porque, del mismo modo que las novedades técnicas y las evoluciones de los SO cada vez la incorporan más, los cientos de servicios, aplicaciones y utilidades derivadas carecen bastante de accesibilidad y usabilidad. Es decir, el coche será cada vez más bonito y potente, pero si cada vez lo entiendo menos, lo llevaré, sí, pero lo utilizaré (sacaré provecho) muy poco para lo que pudiera ofrecerme. Y consumiré menos.

Cisco también anunció sus tendencias: video de alta definición, analítica en tiempo real para servicios comerciales y transporte, nuevas arquitecturas de internet, sistemas de red autónomos, cloud multiproveedor… Gartner definió las suyas: máquinas inteligentes, impresión 3-D, internet de las cosas, cloud híbridas, arquitectura cloud-client, web-scale IT,… y así todos y cada uno de los pensadores de cada casa. Pero por encima de estas tendencias profesionales, importantes sin duda y que vamos hacia ellas, las que más afectan al ciudadano son los servicios, usos y aplicaciones dirigidas al ciudadano común, generadas y desarrolladas sobre estas otras técnicas. La TV de alta definición o 4K no nos cambia la vida, lo hacen los servicios desarrollados sobre ella. Lo que ha cambiado nuestros hábitos de comunicación no son los smartphones, son las nuevas aplicaciones de comunicación instantánea desarrolladas sobre ellos, como Whatshapp, Line o Telegram, y por supuesto el correo electrónico. Y es sobre estos servicios, aplicaciones y desarrollos de contenidos donde se hace más imperativa la accesibilidad y usabilidad, y donde puede quedar excluido el ciudadano-consumidor con discapacidad, limitaciones o mayor.

Uno de los problemas de las tendencias del servicio, desde luego, es que afecta al consumo y al consumidor. Todo aquello que no contempla la accesibilidad y la usabilidad pierde potenciales clientes y mucho dinero. Desde el momento en que gran parte del consumo ha pasado de realizarse del espacio o comerció físico al virtual, esta pérdida se hace aún más evidente. Máxime cuando la oferta virtual es más amplia y cómoda que la compra insitu, y por tanto el volumen de consumo debiera ser mayor. Dentro de nada vamos a ver cómo una nueva tendencia se introduce en nuestros hogares y a gran pantalla, aparte de, por supuesto, también en nuestro teléfono inteligente y tableta. El comercio interactivo. Con otro enfoque, como la que propone, de forma innovadora (por anticiparse, no porque se haya inventado ahora), el emprendedor Koldo García, Director General de The Mad Video: «Integrar The Mad Video con las televisiones inteligentes mediante una aplicación móvil conectada con ellas. Por ejemplo, si estás viendo una serie de televisión, parar la reproducción y que la aplicación que tienes en el móvil te permita hacer clic sobre los objetos que hay en ese momento en ella, y así poder ver más información o poder realizar una compra». No es difícil darse cuenta del poderío de esta nueva forma de consumo: fácil, divertida, rápida, emocional. Los grandes comercios y las marcas comerciales van a disponer de un canal de venta masivo y sorprendente en el salón de casa y en la mano mientras van en metro o por la calle (costumbre ésta, por cierto, nefasta, andar mientras miras el móvil). Viendo una película o serie, el “consumidor” podrá comprar la moto del protagonista, la cazadora que viste, la pulsera de la chica y hasta la pizza que estén cenando. ¿Merecerá la pena dejar un porcentaje alto de consumidores, con discapacidad o limitaciones visuales, auditivas o de destreza, apartados de este canal de consumo, por no tener presente la accesibilidad y usabilidad?

Como ya mantenía en otro artículo, la batalla por la accesibilidad de las TIC’s debe cambiar de estrategia, una vez que se demuestra cada vez con mayor frecuencia la ineficacia de las políticas sociales (por su lentitud, es competir carricoches contra Ferraris en su velocidad de diseño y fabricación); o “desconfiar” del derecho al observar las lagunas legales que se encuentran continuamente con los nuevos desarrollos tecnológicos, lagunas legales a nivel mundial además, como pasa con las Google Glass y sus usos de intrusión, los datos en Clouds deslocalizados de ámbitos nacionales, o la producción en serie de verdaderas colecciones de weather clothes que recopilan y envían datos personales y sensibles, o quedan ahí para que cualquiera…Si a todo esto unimos que seguimos sin tener expertos y profesionales con discapacidad en puestos directivos, ejecutivos y órganos de decisión de las grandes corporaciones tecnológicas que dominan el mercado de consumo, está claro que tenemos que cambiar de estrategia para introducir la accesibilidad a las TIC’s. Quizás buscando estrategias colaborativas ciudadanas de envió masivo de información a la industria sobre las necesidades de accesibilidad para miles de personas.

Puesto que los usuarios siempre vamos por detrás, al menos podríamos observar las tendencias de los “grandes”, y una vez detectadas, preguntarnos: ¿Por qué ha comprado Google su decimotercera compañía de robots en un año?. Desde luego, no para coleccionarlos. ¿Podrán ser usados por todos cuando nos los vendan en masa?. O, ¿qué puede significar que IBM invierta 1.000 millones en la creación del Grupo Watson y 100 millones a starups para desarrollo de aplicaciones del grupo? Está apostando claramente por la comunicación hombre-máquina en lenguaje natural y la interpretación de información. Creando una nueva unidad de negocio que dedicará a desarrollar y comercializar innovaciones cognitivas en cloud, haciendo llegar al mercado nuevo software, nuevas aplicaciones y nuevos servicios capaces de aprender y dar respuesta a preguntas complejas. Es evidente que uno de los objetivos con la creación del grupo es innovar en y gestionar servicios. Gartner predice, de hecho, que las máquinas inteligentes producirán el cambio más disruptivo por las tecnologías de la información. Quiero suponer que si tendemos a las máquinas verdaderamente inteligentes, éstas serán capaces de incorporar la accesibilidad usabilidad y adaptación al usuario “de serie”.

Paralelamente, la misma IBM invierte otros 100 millones en arrancar el “Proyecto Lucy”, con un laboratorio de investigación en Kenia, y poniendo a disposición de científicos y socios de negocio acceso a las tecnologías más avanzadas de computación cognitiva de Watson, que les permitirán desarrollar aplicaciones comerciales para sectores como el sanitario, educativo, de agua, agrícola o de tecnología móvil. Al menos, eso afirma Kamal Bhattacharya, director de la unidad de investigación de IBM en África. Si lo creemos, deberíamos alegrarnos, porque en un continente donde las cifras de analfebetismo, discapacidad, escasos recursos económicos e ingentes núcleos de población sin acceso a las redes de comunicación, y por tanto conocimiento de las Tic’s, sólo contemplando la accesibilidad usabilidad y simplicidad de las mismas podrán ser usadas y ser eficaces para los ciudadanos. Si no nos lo creemos, debiéramos pensar que la multinacional ha desembarcado en un continente “virgen”, donde hay un potencial incalculable de beneficios a corto y medio plazo ofertando servicios Tic’s, aplicaciones móviles y productos comerciales elementales, y donde dejar olvidados a un porcentaje de ciudadanos con discapacidad, limitaciones o mayores sobre una cifra de población tan grande, la considere apenas significativa. O lo que sería peor, dirigir esos recursos comerciales diseñados mediante la “inteligencia” Watson pensando en el tejado, es decir, en las empresas y las Administraciones políticas, antes que en la persona en toda su diversidad.

Las empresas no son tontas, y antes de dedicarse a fines altruistas buscan el incremento de los ceros en sus cuentas de resultados. Sin embargo, los últimos movimientos de estas grandes empresas tienen, aparentemente, conexión con futuros usos relativamente sociales o vinculados, en alguna medida, con un beneficio más directo o personal al ciudadano. Del mismo modo ocurre con el famoso movimiento mundial que rodea a las smart-cities. Ahora bien, el que estas nuevas tendencias tecnológicas se acerquen más al beneficio personal a través del fin de su uso, no significa necesariamente que empiecen a contemplar la accesibilidad y usabilidad de las Tic’s “para todos”, eliminando cualquier discriminación social. Más bien, parece que la tendencia busca más una elevación sustantiva del consumo entre quienes tienen capacidades “normales”, facilitando el incremento de su uso, y acelerando el acceso a otros servicios anexos, de consumo también, obviamente. En definitiva, acelerando el incremento de beneficio económico simplificando el uso, evitando el desgaste de esfuerzo que siempre suponen las nuevas Tic’s para quienes no son relativamente expertos. Es decir, acrecentando el consumo entre el consumidor “fácil”, pero sin invertir parte de ese beneficio en hacer servicios y aplicaciones accesibles para quienes tiene más dificultad en su uso, los ciudadanos con discapacidad, limitaciones y mayores.

Decía Carl Sagan, hace bastante tiempo,  que “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología y en la que nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre”. Y ciertamente caemos en ese riesgo.

Veamos una cosa, y hagamos una regla de 3 para ver la pérdida de negocio. La web de Renfe registró 121 millones de visitas en 2013, aumentando sus ventas en un 36%. Alcanzó los 15’5 millones de billetes de AVE, larga, y media duración, lo que supone más del 41% del total vendido. Todo ello a través de la web clásica en internet. Decidieron evolucionar, y han tardado, en diseñar una app para uso en movilidad mediante tablets o smartphone. Llamada Renfe Ticket, se presentó en Fitur, y en unos días se han producido más de 100.000 descargas. Con ella pues realizar la compra de tus billetes, cambios anulaciones, seleccionar la plaza, gestionar puntos y ofertas, o la posibilidad de ir directo al tren sin mostrar ningún papel. Una aplicación interesante y útil, sin duda. Pero, cómo decían Uderzo y Goscini en la primera página de los cómics de Asterix, hablando del “todo dominio” romano: interesante y útil, sí, ¿pero para todos?. No, al menos hoy, al tener serios defectos de accesibilidad y usabilidad. Este sería un ejemplo clásico de pérdida de oportunidades. Las personas con discapacidad sensorial, y movilidad reducida, son usuarios masivos de transporte público.

Y luego está, no menos importante, el conocimiento del total uso de las Tic’s comerciales comunes. Cuando las tendencias llegan, se convierten en bienes, productos y servicios que afectan al ciudadano. Para lograr cualquier evolución social es necesario generar innovación y conocimiento, pero también ser capaz de transmitir y generalizar este conocimiento. Sin transmitir el conocimiento del uso, de las utilidades de la tecnología, el gasto en I+D realizado para generar innovación tecnológica se derrocha. La denominada tecnología cívica, promovida por activistas que buscan lograr mejoras en lo social, cultural, político o administrativo, se basa en definitiva en la participación ciudadana. En realidad, el principio filosófico de la tecnología cívica debe ser la base del conocimiento cívico, de la transmisión del conocimiento, que sólo puede lograrse participando el ciudadano en la transmisión en cadena del conocimiento de la tecnología, de su utilidad, y de sus carencias (falta de accesibilidad y usabilidad). Si la tecnología es accesible, es esencial transmitir ese conocimiento de uso y de dónde y en qué cacharro está; y si no es accesible y usable, también. Es necesario transmitir las dificultades de uso a la industria y el comercio por esos cientos de miles de ciudadanos con discapacidad, limitaciones y mayores.

El verdadero progreso es el que pone la tecnología al alcance de todos (Henry Ford).